101 frases de El Arte de la Guerra (Sun Tzu)
Sun Tzu general y filósofo chino, se lo relaciona con el tratado de estrategia militar de "El Arte de la Guerra", aquí las mejores frases.
La mejor victoria es vencer sin combatir.
Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo.
La rapidez es la esencia de la guerra.
La invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad es una cuestión de ataque.
Grandes resultados pueden ser conseguidos con pequeños esfuerzos.
Un líder lidera con el ejemplo, no por la fuerza.
La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia.
¿Puedes imaginar lo que haría si pudiera hacer todo lo que puedo?
Tienes que creer en ti mismo.
Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas.
Donde hay grandes recompensas, hay hombres valientes.
Las armas son instrumentos fatales que solamente deben ser utilizadas cuando no hay otra alternativa.
Llévalos a un punto del que no puedan salir, y morirán antes de poder escapar.
Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después. Un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después.
Los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su fortaleza.
Cuando se está cerca, se debe parecer lejos, cuando se está lejos, se debe parecer cerca. Se muestran carnadas para incitar al enemigo. Se finge desorden y se lo aplasta.
La excelencia suprema consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar.
No hay ejemplo de una nación que se beneficie de la guerra prolongada.
Hay que reflexionar y deliberar antes de tomar cualquier decisión.
Sólo cuando conoces cada detalle de la condición del terreno puedes maniobrar y luchar.
El éxito en la guerra se alcanza cuidando de adaptarse permanentemente al propósito del enemigo.
Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca.
Para conocer a tu Enemigo debes convertirte en tu Enemigo.
No presiones a un enemigo desesperado. Un animal agotado seguirá luchando, pues esa es la ley de la naturaleza.
Las ruedas de la justicia giran lentamente pero giran bien.
Si envías refuerzos a todas partes, serás débil en todas partes.
Ganará quien sabe cuándo luchar y cuándo no luchar.
Los colores primarios son sólo cinco, pero sus combinaciones son tan infinitas que no podemos verlas todas.
Ser violento al principio y terminar después temiendo a los propios soldados es el colmo de la ineptitud.
Deja que tus planes sean oscuros e impenetrables como la noche y cuando te muevas, cae como un rayo.
Las oportunidades se multiplican a medida que se toman.
Aquél que es prudente y espera a un enemigo que no lo es, será victorioso.
Cien victorias en cien batallas no es la mayor habilidad. Someter al ejército de los otros sin batalla es la mayor habilidad.
Maniobrar con un ejército es ventajoso. Maniobrar con una multitud indisciplinada, es peligroso.
El general abarca las virtudes de sabiduría, sinceridad, humanidad, coraje y ser estricto.
Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cientos de batallas. Si te conoces a ti mismo pero no al enemigo, por cada victoria que ganes también sufrirás una derrota. Si no conoces ni al enemigo ni a ti mismo, sucumbirás en cada batalla.
La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer. Pero una nación jamás puede ser reconstruida, y una vida no puede volver a nacer.
Se debe ponderar y deliberar antes de hacer un movimiento. Conquistará quien haya aprendido el arte de la desviación.
Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla.
Evitar la confrontación contra formaciones de combate bien ordenadas y no atacar grandes batallones constituye el dominio de la adaptación.
Haz que los adversarios vean como extraordinario lo que es ordinario para ti; haz que vean como ordinario lo que es extraordinario para ti.
Hay que comparar cuidadosamente el ejército opositor con el propio para saber dónde la fuerza es superabundante y dónde deficiente.
Si no se trata bien a los espías, pueden convertirse en renegados y trabajar para el enemigo.
Si quieres fingir cobardía para conocer la estrategia de los adversarios, primero tienes que ser extremadamente valiente, porque sólo entonces puedes actuar como tímido de manera artificial.
Si tus fuerzas están en orden mientras que las suyas están inmersas en el caos, si tú y tus fuerzas están con ánimo y ellos desmoralizados, entonces, aunque sean más numerosos, puedes entrar en batalla. Si tus soldados, tus fuerzas, tu estrategia y tu valor son menores que las de tu adversario, entonces debes retirarte y buscar una salida.
Rápido como el viento, silencioso como el bosque, raudo y devastador como el fuego, inmóvil como una montaña.
Para que perciban las ventajas de derrotar al enemigo, deben también obtener sus recompensas.
Incluso la mejor espada si se deja sumergida en agua salada finalmente se oxidará.
Cuando el enemigo esté relajado hazlo esforzarse. Cuando esté saciado, hazlo sentir hambre. Cuando esté asentado hazlo moverse.
Lo que los antiguos llamaban un luchador astuto es aquel que no sólo gana, sino que resalta por ganar con sencillez.
Los generales que conocen las variables posibles para aprovecharse del terreno sabe cómo manejar las fuerzas armadas. Si los generales no saben cómo adaptarse de manera ventajosa, aunque conozcan la condición del terreno, no pueden aprovecharse de él.
La oportunidad de asegurarnos contra la derrota está en nuestras propias manos, pero la oportunidad de derrotar al enemigo la provee él mismo.
Mira por tus soldados como miras por un recién nacido; así estarán dispuestos a seguirte hasta los valles más profundos; cuida de tus soldados como cuidas de tus queridos hijos y morirán gustosamente contigo.
Si tu enemigo se toma las cosas con tranquilidad, no le des tregua. Si sus fuerzas están unidas, sepáralas. Atacalo allí donde no esté preparado, aparece allí donde no te espere.
Aquel que puede modificar sus tácticas en función de su oponente y así conseguir la victoria podrá ser llamado capitán nacido del cuerno del cielo.
El que llega primero al campo de batalla espera fresco la llegada del enemigo para combatir. Quien llega tarde al campo de batalla tiene que apresurarse y llega exhausto al combate.
El valiente puede luchar, el cuidadoso puede hacer de centinela, y el inteligente puede estudiar, analizar y comunicar. Cada cual es útil.
Un gobierno no debe movilizar un ejército por ira y los jefes militares no deben provocar la guerra por cólera.
Si tus fuerzas son diez veces superiores a las del adversario, rodéalo; si son cinco veces superiores, atácalo; si son dos veces superiores, divídelo.
Si el enemigo está seguro en todos los puntos, prepárate para su ataque. Si tiene una fuerza superior, evítalo.
El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las trampas se mueven, aparentar inactividad.
Si la lucha asegura la victoria, entonces debes luchar, incluso si el gobernador lo prohíbe; si la lucha no asegura la victoria, entonces no debes luchar incluso por orden del gobernante.
Así, sólo un gobernante brillante o un general sabio que pueda utilizar a los más inteligentes para el espionaje, puede estar seguro de la victoria.
Estrategia sin táctica es el más lento camino hacia la victoria. Las tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota.
Existen cinco rasgos que son peligrosos en los generales. Los que están dispuestos a morir pueden perder la vida; los que quieren preservar la vida pueden ser hechos prisioneros; los que son dados a los apasionamientos irracionales pueden ser ridiculizados; los que son muy puritanos pueden ser deshonrados; los que son compasivos pueden ser turbados.
Dale al enemigo lo que ellos esperan recibir; así serán capaces de discernir y confirmar sus suposiciones. Con esto lograrás que el propio enemigo actúe con patrones de respuesta predecibles que mantendrán a sus estrategas y a sus ejércitos ocupados. Mientras tanto, tú deberás esperar el momento para actuar de un modo que no se pueda anticipar.
Recordar siempre el peligro cuando estás a salvo y el caos en tiempos de orden, permanece atento al peligro y al caos mientras no tengan todavía forma y evítalos antes de que se presenten; ésta es la mejor estrategia de todas.
La victoria generalmente va al ejército que tiene oficiales y hombres mejor entrenados.
Los habitantes constituyen la base de un país, los alimentos son la felicidad del pueblo. El príncipe debe respetar este hecho y ser sobrio y austero en sus gastos públicos.
Si haces que los adversarios no sepan el lugar y la fecha de la batalla, siempre puedes vencer.
En una invasión, por regla general, cuanto más se adentran los invasores en el territorio ajeno, más fuertes se hacen, hasta el punto de que el gobierno nativo no puede ya expulsarlos.
No persigas a los enemigos cuando finjan una retirada, ni ataques tropas expertas.
Un ejército prefiere un terreno elevado y evita un terreno bajo, aprecia la luz y detesta la oscuridad.
La calidad de la decisión es como la redada a buen tiempo de un halcón, lo que le permite atacar y destruir a su víctima.
Los soldados prisioneros deben ser bien tratados, para conseguir que en el futuro luchen para ti.
La psicología de los soldados consiste en resistir cuando se ven rodeados, luchar cuando no se puede evitar y obedecer en casos extremos.
Los que no son totalmente conscientes de las desventajas de servirse de las armas no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlas.
Nunca se debe atacar por cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y coordinación del plan.
El gobernante iluminado es atento y el buen general está lleno de cautela.
Sé extremadamente misterioso, incluso hasta el punto de la ausencia de sonido. De esta manera podrás ser el director del destino de tu oponente.
Si tu oponente posee un temperamento colérico, procura irritarlo. Finge ser débil, para que se vuelva arrogante.
Así es como en la guerra, el estratega victorioso solo busca la batalla después de que la victoria ya se ha ganado, mientras que aquel destinado a la derrota, primero pelea y después busca la victoria.
De ahí el dicho: conoce al enemigo y conócete a ti mismo, y sobre tu victoria no caerán dudas; conoce el Cielo y la Tierra, y tu victoria estará asegurada del todo.
Todos los hombres pueden ver las tácticas, pero lo que nadie puede ver es la estrategia que hace que de estas observaciones evolucione la victoria.
Los terrenos bajos son húmedos, lo cual provoca enfermedades y dificulta el combate.
Muéstrales una manera de salvar la vida para que no estén dispuestos a luchar hasta la muerte, y así podrás aprovecharte para atacarles.
Triunfa el que elabora una táctica para conseguirlo, aprovecha su oportunidad, acepta sus debilidades y reconoce sus fortalezas.
El día en que se declara la guerra, se cierran las fronteras, se rompen los salvoconductos y se impide el paso de emisarios.
La prudencia y la firmeza de un pequeño número de personas pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos.
En asuntos militares, no es necesariamente más beneficioso ser superior en fuerzas, sólo evitar actuar con violencia innecesaria; es suficiente con consolidar tu poder, hacer estimaciones sobre el enemigo y conseguir reunir tropas; eso es todo.
Practica las artes marciales, calcula la fuerza de tus adversarios, haz que pierdan su ánimo y dirección, de manera que aunque el ejército enemigo esté intacto sea inservible: esto es ganar sin violencia.
La oportunidad de asegurarnos contra la derrota está en nuestras propias manos, pero la oportunidad de derrotar al enemigo la provee él mismo.
Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar.
El desorden llega del orden, la cobardía surge del valor, la debilidad brota de la fuerza.
Si las instrucciones no son claras y las explicaciones y órdenes no son confiadas, la falta es del general.
Luchar con otros cara a cara para conseguir ventajas es lo más arduo del mundo.
El combatiente inteligente impone su voluntad en su enemigo, pero no permite que la voluntad de su enemigo le sea impuesta.
Considera a tus soldados como a tus hijos y te seguirán hasta los valles más profundos; míralos como tus propios amados hijos y estarán a tu lado incluso en la muerte.
Nunca se debe atacar con cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y coordinación del plan.
Sé extremadamente sutil, incluso hasta el punto de lo informal.
Lo que es de suprema importancia en la guerra es atacar la estrategia del enemigo.
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