Érase una vez un cojo y un ciego que pedían limosna en la misma esquina… tenían una odiosa relación generada por la competencia por la misericordia de los transeúntes. Y así fueron envejeciendo en la misma acera de siempre, sin jamás entablar amistad ni procurar conocerse y menos comprenderse. Sus conversaciones -cuando las había- estaban contaminadas de quejas condenando y culpando de sus desgracias al destino, a la gente, al sistema, en fin… recargadas de malos augurios, y así sus vidas se arrastraban entre un resentimiento enfermizo y una resignación perdedora.
El alma de un cojo y un ciego mendigando
El alma de un cojo y un ciego mendigando
El alma de un cojo y un ciego mendigando
Érase una vez un cojo y un ciego que pedían limosna en la misma esquina… tenían una odiosa relación generada por la competencia por la misericordia de los transeúntes. Y así fueron envejeciendo en la misma acera de siempre, sin jamás entablar amistad ni procurar conocerse y menos comprenderse. Sus conversaciones -cuando las había- estaban contaminadas de quejas condenando y culpando de sus desgracias al destino, a la gente, al sistema, en fin… recargadas de malos augurios, y así sus vidas se arrastraban entre un resentimiento enfermizo y una resignación perdedora.