La actitud frente a los cambios
A ninguno le gusta cambiar para alcanzar esas metas, pero todos quieren que los otros cambien para que podamos alcanzarlas.
Los seres humanos estamos en permanente cambio, pese a que no lo queramos aceptar. El ciclo de la vida es naturalmente un cambio, todas las personas nacen, crecen, se reproducen y mueren. La lucha interior por controlar el no cambio, nos confronta con los miedos y la inacción hacia las metas que soñamos. A ninguno le gusta cambiar para alcanzar esas metas, pero todos quieren que los otros cambien para que podamos alcanzarlas.
Los últimos años la humanidad ha sido desafiada por los cambios, inesperados por muchos sin lugar a duda. La pandemia covid nos ha obligado a repensar nuestros trabajos, y como nos relacionamos. El mundo hoy afronta una guerra entre Rusia y Ucrania, que está cambiando la manera de vivir de muchas personas, algunas de forma muy directa y otras de manera indirecta en su efecto dominó mundial. Las brechas sociales por colores políticos, nos han separado de un propósito y una causa en común, nuestros valores morales como construcción de un mundo para un futuro mejor en todo sentido.
Sin embargo, existen muchos cambios cotidianos que afectan nuestras vidas y son más comunes de lo que parecen: cambiar de nivel educativo del primario, secundario o universitario, cambiar de trabajo por voluntad propia o por un tercero, separarse o divorciarse de tu pareja, mudarse a otro departamento, mudarse fuera del país, una enfermada, otra peor, la muerte de un ser querido, son algunos los que recuerdo ahora.
Y por ahora no desarrollaré los cambios y transformaciones exponenciales, como producto de las innovaciones y disrupciones tecnológicas, esto lo dejaré para más adelante.
Acompáñame a reflexionar el cambio y la transformación frente a los cambios, desde diferentes miradas para lograr una realidad relativa compartida, pero sin con esto pensar en lograr la verdad absoluta, porque como toda suposición está en permanente cambio.
Mi deformación profesional como ingeniero en sistemas de información, sumado a la mirada de los negocios desde los ojos de un CIO (Chief Information Officer) ó COO (Chief Operation Officer) me ha movilizado muchas veces a aceptar que los cambios en lugar de buscar el control sobre el no cambio para mantenerme en esa zona de certezas que nos regala seguridad transitoria en la vida, pero sobre todo el “no cambio”.
Antes que el cambio suceda, seguramente nos encontrábamos cómodos en lo que estábamos haciendo y cómo lo estábamos haciendo, seguros de las alternativas posibles a seguir y las posibilidades posibles que pudieran surgir. La situación estaba bajo control.
Un estímulo del contexto moviliza nuestra tranquilidad. Nos sacude la estabilidad y ese espacio de seguridad que contemplaba todas las posibilidades que conocíamos.
El impacto de esa desestabilización dentro de mis juicios de certezas conlleva varias nuevas preguntas, que hasta ese momento tenían una respuesta obvia y acertada. Ahora la percepción es diferente, y la crisis abraza mi mente:
¿Cuándo ocurrió u ocurre el cambio? Medido de manera temporal y espacial.
¿Qué ocurre? El qué no es en términos descriptivos reales, sino en términos perceptivos de nuestros modelos mentales.
¿Cómo ocurre? ¿De qué manera? Los elementos que observamos cada uno de nosotros, seguramente son diferentes a lo que observan los otros. Lo que observamos como importante entra nuevamente en la percepción de nuestros modelos mentales.
¿A quiénes alcanza? Determina el impacto a las personas alcanzadas, una sola, un grupo, una organización o tiene una amplitud social mayor.
¿Qué valores éticos y morales están peligrando?
Si los valores éticos determinan lo que está bien y mal, y los morales lo que es correcto e incorrecto, seguramente un cambio que impacte en ellos determina una reconstrucción de nosotros mismos.
Los valores son los que forjan el carácter y el accionar de todo individuo. No estamos hablando de valores y moral dichos de la boca hacia fuera, sino de aquellos que verdaderamente están dentro de nosotros en corazón y mente.
Si bien el estímulo de cambio no puede llegar a estos valores, puede hacer peligrar la manera en cómo nosotros estamos protegiéndolos, controlándolos o percibiéndolos.
Un estímulo de algo nuevo, genera una crisis del cambio de nuestro observar al mundo. Lo que era puede no ser, lo que significaba puede tener otro significado y de alguna de revolucionan los paradigmas de ese momento y espacio.
De acuerdo a nuestra actitud, interpretación y reflexión de la crisis del cambio, podemos identificar tres posibles caminos a seguir.
Ignorar o no percibir la situación
En esta situación no somos conscientes que está ocurriendo un cambio. Y por consiguiente no hay crisis. Ese estímulo nuevo y ese contexto de crisis no lo percibimos, desconociendo cualquier posible impacto a uno mismo. Con lo cual la crisis sucede, y nosotros en modo de inacción, congelados dejando pasar el tiempo. Este tiempo pasa sin que nos afecte en absoluto, hasta que el impacto se hace indefectiblemente presente de manera consciente e directa en nuestras vidas.
Miedo, limitaciones e inseguridades
El cambio es percibido ya somos conscientes de que algo sucede, afectándonos a nuestra vida cotidiana. Nos encontramos frente a un proceso de decisión, donde nuestros modelos mentales perciben una realidad en ese mundo impactado, generando una emoción que nos abraza y condiciona. La emoción disparada por la interpretación del mundo en crisis, nos puede inmovilizar, limitar o negar el cambio como una oportunidad.
Miedo al cambio, miedo a perder lo que tenemos, miedo a lo nuevo, a equivocarse, a la vergüenza y un conjunto de prejuicios valorados en emociones que pueden generarnos un conjunto de excusas razonables para justificar nuestra inacción frente al cambio.
El ciclo vicioso entre de estas emociones y miedos limitantes podrán alimentarse unas de otras, apoderándose de inseguridades y de las decisiones para no avanzar y mantenernos en la inacción.
Aquí se presentan dos posibilidades. La primera es la inacción y el congelamiento de no hacer, pero en este caso no por ignorancia, sino por la parálisis al querer actuar. El miedo nos inmoviliza, no nos permite realizar acciones efectivas frente al cambio. La segunda posibilidad, se focaliza en que tomemos conciencia del significado del cambio, aceptar los miedos y visualizar una oportunidad de inspiración más allá de esta emoción limitante, que nos permita contrarrestarla y generar el espacio de necesitad que nos motive al aprendizaje. La necesidad nos alienta a aprender, y la motivación del aprendizaje a superar nuestros miedos.
Compromiso y Responsabilidad
En este camino la crisis se produce y el cambio ha sido disparado por un estímulo del contexto. Nos encontramos cara a cara con la crisis del cambio. La observamos y la crisis nos observa. Somos conscientes de la situación. Somos conscientes de las emociones que nos abrazan. Somos conscientes que lo que era ya no es, lo que significaba tiene otro significado y que las acciones que servían ya no nos sirven. El control desaparece y nos abrimos a lo desconocido.
Nuestra actitud en este camino, con respecto a los otros, es diferente. La virtud del compromiso y la responsabilidad, de superar la situación, toma un rol protagónico. Tomamos las riendas de la situación, no es para desesperar sino para inspirarnos, y si fuera el caso, inspirar a los otros a transitar este cambio como un aprendizaje. Un aprendizaje que no tiene una meta clara, más allá de la transformación interna que tendremos.
El compromiso lo traducimos como ser responsables de cómo el cambio afecta nuestro ser y cómo observaremos el mundo en crisis. Lo nuevo, la crisis y el cambio están ahí, pero nosotros lo interpretaremos de manera de potenciar nuestras acciones de manera consciente y responsable. Ser responsable en avanzar aprendiendo más allá de mis miedos y mis limitaciones.
En este contexto de responsabilidad y compromiso, generamos un estado de necesidad y al mismo tiempo de posibilidad de aprendizaje. La necesidad de ser el protagonista del cambio. Con dudas, con poca información y con posibilidades de cometer errores. Pero con la certeza que el único responsable y el único beneficiario de ese aprendizaje del cambio seremos nosotros.
La necesidad conduce a un aprendizaje. Llamamos aprendizaje a la suma del conocimiento adquirido y la experiencia en el “ser protagonista” de las acciones de este cambio en medio de la crisis. Para reforzar este camino de transformación solo nos resta contestarnos ¿cómo mediremos nuestro aprendizaje?
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