“No se trata de tener todas las respuestas, sino de hacer las preguntas correctas”, Ginni Rometty 🚀 #Comic 009 #HowsOscar
Haz de cada dilema operativo un experimento con IA y convierte la incertidumbre en ventaja compuesta: más preguntas de calidad, más ideas que facturan antes que la competencia.
Cuando Ginni Rometty sentencia que "El verdadero liderazgo en la era digital no se trata de tener todas las respuestas, sino de hacer las preguntas correctas, fomentar la curiosidad y empoderar a los equipos para experimentar y aprender de los fracasos", me interpela como ejecutivo: la certeza es cómoda pero estéril; la duda bien formulada es capital de innovación.
Hoy, 78% de las compañías globales ya emplea IA y 71% la aplica en al menos una función generativa, sin embargo sólo 1% se considera madura en su despliegue—una paradoja que revela cómo la mayoría colecciona algoritmos sin cuestionarse para qué experimenta realmente. (explodingtopics.com, mckinsey.com)
Mientras la conversación pública glorifica la “respuesta correcta”, el tablero estratégico cambia de sitio: IDC prevé que el gasto mundial en cloud alcanzará USD 1,3 billones en 2025, y McKinsey calcula USD 4,4 billones en productividad potencial gracias a la IA; además, 92% de los líderes planea incrementar su inversión en IA durante los próximos tres años. (en.wikipedia.org, mckinsey.com)
Frente a este tsunami de capacidad computacional, la ventaja no reside en poseer más modelos, sino en preguntar aquello que obliga a la plataforma a descubrir valor que nadie ha visto: ¿qué sesgo oculta mi cadena de suministro? ¿qué segmento resignifica mi propuesta si mido impacto, no cuota?
El reto es cultural. Harvard Business Review reveló que sólo 24% de los empleados se siente genuinamente curioso en su trabajo, mientras el estudio Curiosity@Work de SAS indica que 72% de los directivos califica la curiosidad como rasgo “muy valioso”, y aun así reconoce que rara vez la premia. (hbr.org, sas.com)
Esa brecha explica por qué las organizaciones instalan copilotos de IA pero siguen premiando la obediencia: desincentivar preguntas es cavar la tumba del ROI tecnológico.
Por eso declaro mi mantra operativo: IA-first, Question-Driven. Un prompt mediocre reproduce lo conocido; un prompt incisivo abre posibilidades imposibles: re-simular un mercado en segundos, probar mil prototipos sin fábrica, anticipar la próxima disrupción logística antes de que un puerto entre en huelga.
Transformar esta filosofía en ventaja exige blindar tres prácticas:
Instituir “laboratorios de preguntas” donde los equipos conviertan cada dolor operativo en hipótesis testables con modelos generativos;
Medir el éxito no solo en eficiencia, sino en tasa de aprendizaje por ciclo, porque la adaptabilidad se monetiza cuando reduce el costo del error;
Vincular incentivos a la exploración responsable, de modo que fallar rápido sea preferible a adivinar lento.
En la era de la respuesta instantánea, el valor premium será formular la pregunta que eleve nuestro horizonte: aquella que conecte resiliencia, crecimiento sostenible y humanismo digital.
Si la IA expande lo posible, mi curiosidad—amplificada y no suplantada—determinará qué futuro materializa primero. . Prefiero liderar desde la incógnita, porque ahí es donde el talento se vuelve infinito y hacer posible lo imposible deja de ser eslogan para convertirse en práctica diaria de mi propósito.
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